ESTILO DE LA PRÁCTICA DOCENTE EN EL COLEGIO UNAMUNO
El
alumno es, ante todo, un ser humano que necesita respeto, afecto y
comprensión (mucho más que nuestros conocimientos). Procuremos hacerlo
sentir valioso e importante por algo y darle un voto de confianza como
recurso para hacerlo aprender las lecciones.
No
debemos olvidar que cada alumno es un ser único e irrepetible y aunque
su conducta deje en momentos puntuales mucho que desear, dejémosle
siempre una puerta abierta a la esperanza. No les descalifiquemos, no
les pongamos etiquetas, no hagamos profecías (sobre todo en público)
sobre su “futuro de miseria”. Ofrezcámosle siempre una visión lo más
positiva posible sobre su futuro y sobre sí mismo.
Valoremos los esfuerzos de los alumnos, sus pequeños logros y demostrémosle que nos importan.
Debemos
fomentar la generación de situaciones en las que el alumno que nos
preocupe nos pueda demostrar que ese día ha estudiado más o ha trabajado
bien.
Cuando
veamos que en un alumno desciende su interés, su capacidad de atención,
concentración y esfuerzo y no sepamos la causa, debemos dedicarle unos
minutos de nuestro tiempo para hablar con él y ponernos a su disposición
para ayudarle.
Debemos
procurar que nuestros alumnos se sientan en clase útil para los demás
fomentando el trabajo en equipo en un clima colaborativo en el aula.
Debemos ir haciendo del aprendizaje una tarea común y que los alumnos
sientan sobre sí el empuje afectuoso y cálido de los compañeros de su
grupo que le invitan a superarse.
No
debemos perder de vista a los alumnos más tímidos a los que debemos
tratar de ayudar a integrarse en grupos de trabajo. Debemos procurar que
la clase sea siempre un lugar donde todos se respeten, valoren y
ayuden.
El
profesor educa más por lo que hace, por su conducta y ejemplo que por lo
que dice. No hay nada más contraproducente que exigir respeto si no se
respeta, exigir puntualidad si no se es puntual, exigir trabajo si nos
retrasamos considerablemente en corregir los exámenes….
Seamos
un generador permanente de ilusión y entusiasmo. Si lo somos se lo
contagiaremos a los alumnos e iremos consiguiendo que el aula se
convierta en un lugar donde se puede disfrutar aprendiendo.